INTRODUCCIÓN
El día 1°
de mayo de 1991 fue publicada la tercera Encíclica de
Juan Pablo II sobre asuntos socioeconómicos, titulada Centesimus annus[1].
Por la
actualidad y amplitud de su temática, la Centesimus annus
ha atraído más la atención y los comentarios de estudiosos del pensamiento
económico, católicos y no católicos.
Su
importancia es destacable si pensamos que “la
sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana”, ya
que “la persona humana necesita la vida
social”[2].
La Encíclica se llama de esa manera en atención a los cien años de la primera
Encíclica que trató de temas sociales, la Rerum
novarum, de 1891, que fue escrita por el Papa León XIII para hacer frente a
las turbulentas circunstancias sociales que las revoluciones política e
industrial del XIX estaban motivando. Y, en efecto, con la Encíclica se nos
invita a una “relectura” de la Encíclica leoniana, para redescubrir la riqueza
de los principios fundamentales formulados en ella[3],
con la que León XIII afrontaba de manera orgánica la “cuestión obrera”, es
decir, el conflicto entre capital y trabajo, “tanto más duro e inhumano en cuanto que no conocía reglas ni normas”[4].
El Papa trató entonces, en virtud de su ministerio apostólico, de restablecer
la paz, y para ello condenó severamente la lucha de clases, pero al mismo
tiempo, defendió valientemente los derechos fundamentales de los trabajadores.
Por ello, el autor de la Centesimus
annus, se hace eco de la validez de esta orientación y trata de contribuir
al desarrollo de la “doctrina social
cristiana”.
LA LIBERTAD
HUMANA
La orientación de la Rerum
novarum le parece válida a Juan Pablo II y a cualquiera que lea con
atención sus epígrafes y aprecie que gira entorno de unos pocos principios
fundamentales, a saber:
- La dignidad del trabajador y la dignidad de su trabajo, por el hecho de ser persona
- La importancia fundamental de la propiedad privada, ordenada al bien común
- El derecho humano a crear asociaciones profesionales de empresarios o trabajadores
- Las adecuadas condiciones de trabajo (salubridad, horarios…)
- Y un salario ligado al digno sustento del operario y su familia.
Pues bien, la crítica que en la Rerum novarum leemos dirigida a los dos sistemas sociales, que
violan la justicia porque precisamente atentan contra los derechos más
elementales de la persona humana. Por ello, podemos decir que, en la
elaboración de la “doctrina social de la
Iglesia”, en la Centesimus annus la idea central es la de la dignidad
fundamental del ser humano, concepto respecto al que gira toda la cuestión
social.
Por eso señala Juan Pablo II que el error de mayor alcance en el
campo económico consiste en “una
concepción de la libertad humana que la aparta de la obediencia de la verdad y,
por tanto, también del deber de respetar los derechos de los demás hombres[5]”.
El hombre creado para la libertad lleva dentro de sí la herida del
pecado original. Ello hace que se vea empujado continuamente hacia el mal, y
que necesite redención. Esta doctrina, señala Juan Pablo II tiene un “gran valor hermenéutico en cuanto ayuda a
comprender la realidad humana[6]”,
ya que “el orden social será tanto más
sólido cuanto más tenga en cuenta este hecho y no oponga el interés individual
al de la sociedad en su conjunto”.
Y, concebida la libertad humana de manera que esté enraizada en la
verdad más íntima del ser humano, puede radicarse el “fundamento primario de todo ordenamiento político auténticamente libre”
en el reconocimiento íntegro de
los “derechos de la conciencia humana,
vinculada solamente a la verdad natural y revelada”. Y ello es importante
reafirmarlo todavía hoy, ya que aunque los totalitarismos de izquierda han sido
superados en su mayoría, esta superación no es completa, y porque además en los
países desarrollados se hace propaganda a veces de valores puramente
utilitarios, al provocar “de manera
desenfrenada los instintos y las tendencias al goce inmediato, lo cual hace
difícil el reconocimiento y el respeto a la jerarquía de los verdaderos valores
de la existencia humana”. Por eso, acaba, “no es posible ningún progreso auténtico sin el respeto del derecho
natural y originario a conocer la verdad y vivir según la misma”.[7]
LA PROPIEDAD
PRIVADA Y EL TRABAJO
La propiedad privada es considerada por Juan Pablo II como
necesaria, y por lo tanto, lícita. El origen de todo bien es el acto mismo de
Dios que ha creado el mundo y el hombre, y que ha dado a éste la tierra para
que la domine con su trabajo y goce de sus frutos. Pero la tierra no da sus
frutos sin una peculiar intervención del hombre: su trabajo. Pero el hombre
trabaja con otros hombres y por eso se habla de un trabajo “social”, que tiene
que ver con reconocer las necesidades de los demás hombres, y el conjunto de
las fuentes de riqueza para satisfacerlas.
Por eso se afirma que “el principal recurso del hombre es, junto a
la tierra, el hombre mismo”[8],
que hoy en día llega a ser el factor decisivo, y por eso, en el trabajo están
comprometidas importantes virtudes, el trabajo humano disciplinado y creativo,
la laboriosidad, la prudencia, la lealtad y fiabilidad en las relaciones
interpersonales…
Del abandono de esta consideración del trabajo humano y de la
propiedad privada surgen profundas injusticias, como las derivadas del
subdesarrollo económico. Y por eso se puede hablar de un fecundo campo de
acción y lucha, en nombre de la justicia: la lucha contra un sistema económico
entendido como método que asegura un predominio “absoluto del capital, la posesión de los medios de producción y de la
tierra, respecto a la libre subjetividad del trabajo del hombre”.[9]
En la lucha contra este sistema el modelo alternativo propuesto no es, no puede
ser, el sistema socialista (que es un capitalismo de Estado) sino un sistema
basado en el trabajo libre, es decir, en el respeto a la libertad y dignidad
humanas.
LA PRIMERA
ESTUCTURA FUNDAMENTAL
Dicho todo lo anterior, podemos afirmar con el autor de la
“Centesimus…” que “el hombre recibe de
Dios su dignidad esencial y con ella la capacidad de trascender todo
ordenamiento de la sociedad hacia la verdad y el bien[10]”,
pero no debe olvidarse que para ello se encuentra condicionado por la
estructura social en que vive, por la educación recibida y por el ambiente. Y
por eso, la primera estructura fundamental a favor de la «ecología humana» es la familia, porque en ella el
hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien y aprende qué
quiere decir amar y ser amado.
Por eso “hay que volver a
considerar la familia como el santuario de la vida[11].,”
familia que entendemos por la comunidad constituida por un hombre y una mujer
unidos en matrimonio, con el don recíproco de sí , que permite a su
descendencia “hacerse consciente de su
dignidad[12]”.
Con esto podemos acabar el presente comentario, con el que he
pretendido destacar algunos de los aspectos que más me han interesado de la
Encíclica Centesimus annus.
Imagen: http://culturadevida.blogspot.com.es
[1]
Las dos anteriores fueron Laborem
exercens (14-IX-1981) y Sollicitudo rei socialis (30-XII-1984).
[2]
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. 1886. 1879.
[3] Centesimus
Annus 3.1
[4]
Ibídem 5.2
[5]
Ibídem 17. Y sigue diciendo “El contenido
de la libertad se transforma entonces en amor propio (…) que conduce al
afianzamiento ilimitado del propio interés y que no se deja limitar por ninguna
obligación de justicia”. Este erróneo concepto de la libertad es una de las
causas de la profunda devaluación de la dignidad humana a la que estamos
asistiendo en la actualidad en el “primer mundo”. Privada de la consideración
de la justicia, y despersonalizándola mediante la supresión de la responsabilidad
dimanante del libre albedrío, se despoja al hombre de su componente
específicamente humano, y se le convierte mas bien en miembro innominado de un
rebaño.
[6]
Ibídem 25.3
[7]
Ibídem 29.1
[8]
Ibídem 32
[9]
Ibídem 35
[10] Ibídem
38
[11] Ibídem
39.2
[12] Ibídem
39.2
Excelente post, Joaquín. Gracias por hacernos reflexionar sobre temas tan fundamentales como la libertad humana, la familia o el trabajo. ¡Cuánto debemos al magisterio de Juan Pablo II! La cuestión social ha devenido en cuestión antropológica.
ResponderEliminarVicente.
Gracias por tu comentario,
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