Transcribo a continuación el artículo que publiqué recientemente en el número 743, junio 2021, de la revista mensual BlauDivisión, Boletín de la Hermandad de la División Azul de Alicante, con el permiso de su editor.
Aventuras bélicas del Alférez Paulino Polo
Por
diversas vicisitudes familiares, y sobre todo, a raíz de la muerte de mi madre,
hace dos años, entre otros muchos objetos, fotos, libros, misales, estampas,
postales, etc… llegó a mi poder un manoseado cuadernito, aparentemente de gran
antigüedad, y escrito casi en su totalidad en letra muy pequeña -y muy legible,
a pesar de su deterioro- que no era sino un diario de campaña, escrito por mi
padre, que abarcaba su experiencia en la División Azul, desde su salida de
España, el 13 de julio de 1941 hasta el día en que se completa la totalidad del
cuadernillo, justo un año después, el 12 de julio de 1942.
El
cuadernillo o soporte físico de las memorias no es otra cosa que un dietario o
diario personal entregado por el ejército alemán -y, por supuesto, escrito en
alemán-, en cuya portada se lee «Taschenmerkbuch 1941» (Cuaderno de bolsillo
1941) y donde, a modo de almanaque, se pueden leer toda clase de temas útiles
para un soldado, por ejemplo «Anleitung zur ersten hilfe bei unglücksfällen» (instrucciones
de primeros auxilios en caso de accidente), «entefernungstafel» (tablas de
distancias kilométricas entre ciudades), «Einwohnerzahlen» (cifras de población
de ciudades alemanas), o temas militares, como «Die gefechts bezeichnungen für
die schlacht in Frankreich» (Los términos de combate para la batalla en Francia),
además de dibujos de los diferentes distintivos en la uniformidad (de la «Reichs
luftwaffe, Kriegsmarine, Reichs heer, Feuerwehr », es decir, de la fuerza aérea
del Reich, armada, ejército del Reich , cuerpo de bomberos…) y también mapas de
todo el mundo en color… El espacio para las anotaciones diarias es muy pequeño,
de ahí la necesaria brevedad de las mismas, hechas con tinta negra, en letra muy
pequeña, enjuta y precisa, de fácil lectura, como ya mencioné. Al final del
pequeño librito hay unas páginas en blanco que mi padre empleó para detallar
más algunas cuestiones.
Lo
primero que sorprende es la madurez de la persona que escribe. Cuando mi padre hace
sus primeras anotaciones, el 13 de julio, recién hacía seis días de su 25
cumpleaños. Ya Había vivido la Guerra Civil española, cuyo estallido se produjo
cuando acababa de cumplir 20, incorporándose nada más iniciarse a la Falange de
Aragón. Al poco tiempo, tras su paso por la Academia, fue nombrado Alférez
provisional de Infantería, con lo que pronto tuvo hombres a su cargo, cuyas
vidas dependían de sus decisiones.
Con
relación a la campaña de Rusia muy brevemente diremos que mi padre, el alférez
Paulino Polo Sobreviela se incorporó a la División Española de Voluntarios el
1º de julio de 1941, cuando todavía estaba movilizado, y procedía de la I
Región Militar, Regimiento de Infantería 43. Ya dentro del ejército alemán, fue
destinado, el 1 de agosto de ese mismo año, a la 11ª Compañía -ciclista- III
Batallón, del Regimiento de Infantería 262, de la División 250 de la Wehrmacht.
El 27 de abril de 1942 se le concede la Cruz de Hierro de 2ª clase. El Diario
Oficial del Ministerio del Ejército de 13 de agosto de 1942 publica su ascenso
al empleo de Teniente Provisional del arma de Infantería, con antigüedad de 20
de febrero de 1939, y con destino en el ya citado Regimiento de Infantería núm.
43. El 16 de septiembre de 1942 es citado como Distinguido. Y, por fin, el 12
de octubre de 1942 cruza la frontera española con el 8º Batallón de Relevo.
Como
ya dije, de sus anotaciones en el diario y de sus múltiples comentarios allí
escritos se trasluce, al poco de empezar a leer, una madurez impropia de un
jovenzuelo, además de una gran honradez intelectual, valentía, abnegación,
profesionalidad y cariño y admiración por sus hombres. Veamos una muestra. Se
trata de una anotación de las extensas, escrita en pleno invierno, un invierno
aquel que alcanzó unos niveles de crudeza pocas veces vistos, y referida a
acontecimientos del 15 de diciembre de 1941:
La nevada que está cayendo es
terrible, la ventisca enorme, no sé qué va a ocurrir. Son las 2 de la mañana,
las trincheras están más que llenas y sigue nevando. (…) La nevada de hoy merece capítulo aparte. Es un espectáculo, después de todo, maravilloso. La ventisca es tremenda,
resulta imposible mirar al enemigo.
Esto no se puede describir, pues por mucho que se
quiera decir resulta pálido ante la
realidad. Son las dos de la madrugada. Por algunos sitios, la trinchera de más de dos metros de profundidad la rebasa un metro la
nieve. Ha desaparecido por completo y es facilísimo despistarse.
Dar una vuelta por el servicio de mi Sección me ha costado una hora justa. En las puertas de
las chabolas hay que estar continuamente quitando nieve y casi no se da abasto.
Si sigue así toda la
noche quedaremos bloqueados. El viento viene del campo enemigo y es imposible
mirar hacia él. Por
algunos sitios me he metido con nieve al pecho y por todos hasta la rodilla por
lo menos. No hace un frío exagerado,
pero se hiela todo desde luego. Hoy que creí que la gente, ya muy apurada los días anteriores por el mucho frío, iban a estar desesperados, me he llevado una
agradable sorpresa; los centinelas y demás servicio estaban de un humor excelente y muchos
cantando. Esto, no cabe duda, no lo hace nadie más que los españoles. Ayer mismo, ya digo, la mayoría de la gente parecía que no podría resistir más, ya daba pena verles, y hoy por la noche es
terrible la ventisca enorme que duele la cara, los centinelas con nieve a la
rodilla, sin poderse mover, con las pestañas heladas, el
abrigo rígido –completamente helado- cubierto materialmente de
nieve ¡en fin! De forma que,
si no se ve, parece imposible que se pueda resistir. Aguantan una hora sí y otra no, de puesto, arma al brazo y - ¡cantando! - Es un fenómeno inexplicable, ya digo. A mí me ocurre lo mismo,
pues doy una vuelta, tan pronto me caigo hasta el pecho, me levanto etc. Voy
con mi cabo de enlace y ayudándonos el uno
al otro nos corremos la gran juerga; aunque llegamos a la chabola materialmente
helados sin poder abrir los ojos calados ¡en fin! Somos muy grandes los
españoles ¡Arriba España!
El
diario comienza el día que se inicia el viaje a Rusia, desde la estación del
Norte de Madrid. Así describe su salida de España y su entrada en Francia, en
donde encuentran un ambiente hostil:
13/07/1941: A las 4 de la tarde salimos de
la estación del Norte de Madrid. La despedida es entusiasta de verdad. A mi
casi no me dejan subir al tren. Con apuros consigo hacerlo en un asilo de
guardafrenos y allí voy hasta El Escorial. Cenamos en Ávila.
14/07/1941:
Desayunamos en Burgos, bien. Es de madrugada y, aunque mal, hemos dormido. En
las estaciones del trayecto nos despiden con mucho entusiasmo. Comemos en
Miranda. A las siete de la tarde, aproximadamente, Vitoria. Por comprar unas
cosas de perfumería perdemos el tren. Lo alcanzamos en el coche Grande. San
Sebastián a las 10.30. Cenamos tren 1.30 madrugada.
15/07/1941:
De 1.30 a 2, algo emocionados la frontera. Enseguida Hendaya. Seguimos a través
de Francia. Burdeos, comemos. La comida nos parece rara y es un plato nada más,
aunque fuerte. Luego nos dan un paquete con un pan grande cuadrado y muy feo,
una lata de carne y unos caramelos. La población civil es hostil, nos saludan
puño en alto y les apedreamos.
Continúa
el relato de aquel viaje en tren, llegando finalmente a Grafenwöhr, el 17 de julio. Este lugar
le causó muy buena impresión, salvo por el rancho alemán: «¡De madrugada llegamos a
Grafenwöhr, el campamento donde nos van a dotar de material. Desembarcamos y
nos vamos a los alojamientos. Ya comemos el rancho alemán, es rarísimo y poco.
Hasta que nos acostumbremos vamos a pasar mucha hambre. El alojamiento es bueno
y el campamento precioso. Son todo chalets, parece una ciudad jardín. (…) Hay
casinos de oficiales estupendos y, para cada Batallón, una cantina, en la que
hay cerveza de malta y muchas chucherías. El tabaco también es
abundante, pero la comida… La cena nos deja helados: una rodaja de mortadela y té
con limón.
Continúa con el relato de la
extenuante marcha al frente, que para él no lo fue tanto, pues era oficial de
una compañía ciclista. El 26 de septiembre escribe: «Descanso. Llevamos andados
702 kms.». Al día siguiente, tras una marcha de 40 kms. mi padre dice que
retroceden por la autopista en dirección a Vitebsk, ciudad bielorrusa, pero
cercana a la frontera rusa. Desde allí, el viaje continúa ya en tren y camiones,
llegando el 12 de octubre a una población cercana a Nóvgorod.
El 13 de octubre es la fecha en
que terminan de relevar a la compañía alemana, entrando ya en fuego. Mi padre
escribe: «Ayer dormimos en un pueblo próximo a Nóvgorod. Visito por la mañana
el frente; la posición que vamos a ocupar me gusta. A las 6 de la tarde salimos
hacia el frente y a las 10 empezamos el relevo en la posición de una Compañía
alemana. De madrugada terminamos el relevo. Ha estado bien hecho y no ha sonado
un tiro. Ayer cañonearon bastante. Me acordé mucho de la Pilarica y estoy contento
pues tuve 4 cartas de casa.».
A partir de ese momento comienza
ya el relato de sus aventuras bélicas, sus condiciones de vida, la vida de los
soldados a sus órdenes, y su continua preocupación por sus vidas y su
bienestar. El 18 de febrero de 1942 escribe: «Ayer me hirieron de gravedad al
soldado José Vázquez Terán. De madrugada los ruskys dan un golpe de mano a la
avanzadilla de la compañía. Se van rabo entre piernas.»
También, por ser anotaciones
personalísimas, critica a veces las órdenes de sus mandos o la oportunidad o
acierto de las operaciones que se desarrollan:
Esta
noche se va a dar el proyectado golpe de mano. Nos reunimos con el Capitán que
nos explica las misiones. De una forma que a mí me parece arbitraria, se
designa a Larios para ejecutarlo. Yo soy descartado con la excusa de mi pierna,
y esto me disgusta enormemente. Al Capitán le han exigido palabra de honor de
que no cruzará el río. Yo estoy seguro de que quebrantará esta promesa. A las
10 de la noche sale una patrulla de 12 hombres con el bote para transportarlo a
la orilla del río. El bote es neumático de los grandes. Mi impresión es que
esto es una tontería pues me parece desproporcionada la exposición ya que no
comprendo el fin que se ha de conseguir. A las 11 y media ya viene por mi
posición la patrulla que va a cruzar el río. Se trata, única y exclusivamente,
de: si es posible, capturar o matar una escuadra y una vez hecho esto tirar un
par de bombas de mano para que los rojillos se den cuenta de que les hemos
pasado el río. Yo tenía pensado al salir ponerme en la patrulla como uno más
sin que el Capitán se diese cuenta: se lo digo a Larios y el Capitán sospecha y
está mosca. Yo creo que es por esto por lo que me manda buscar una escuadra de
fusión, mientras hago esto ellos se marchan. Cuando yo vuelvo con ellos pienso
seguir, pero… temo que el Comandante esté al llegar y en efecto así es, en
seguida llaman de su parte. Aquí paso un mal rato, ocurren cosas que a mí me
disgustan pues yo tomo estas cosas muy en serio y no por mí precisamente.
Transcurrido un rato grande yo estoy ‘cabreado’ y cansadísimo, pues mi pierna
todavía no me funciona bien y he danzado mucho además de ir por el pueblo. El Comandante
ordena que empiece el ‘cacao’ como él dice, pues cree que los del golpe ya han
terminado. Tiran bastante nuestras máquinas y morteros. Naturalmente que los
ruskys también tiran; a la panda nuestra en varias ocasiones nos bordan. En una
de estas hieren en el pecho a un chico de la 1ª Sección (grave)
Lo
que ocurrió allí.- Una vez en la orilla del río y con el bote ya dentro,
embarcaron, como yo me imaginaba, el Capitán también. Cruzaron el río sin
novedad, pero lo hacían casi enfrente de un puesto avanzado en la orilla
enemiga.
Cuando
estaban a escasa distancia les hicieron una descarga y volvieron grupas.
Resultado,
un soldado muerto casi en el acto y dos heridos, todos dentro de la barca.
La
cosa se puso fea para desembarcar, pues con bengalitas etc. les tiraron a
placer, pero ya no ocurrió más. Me imagino las angustias que pasaron para
llegar a la posición. Únicamente dejaron allí el bote. De acuerdo con el Capitán
Orozco, organizamos dos patrullas de ayuda, pero cuando nos disponíamos a salir
llegaron ellos.
Mi
padre describe muy bien las penalidades que sufren, tanto las debidas al
intensísimo frío (llegan a medir unos terribles -46º) como luego, ya en
primavera, las producidas por el barro o los mosquitos, que aún les hacen
sufrir más. Pero llega la navidad de 1941, y mi padre la describe de este modo
tan entrañable:
Deja
de llover y empieza gran ventisca. Nieva en abundancia, cuando deja de nevar el
frío aumenta mucho. De madrugada es intensísimo, de madrugada llega a – 46o.
Esta noche es Nochebuena ¡qué recuerdos! Hace un frío grandísimo. Oímos misa
del gallo en la ‘chabola casino’, un acto muy simpático, sencillo y
emocionante. La noche es crudísima. Del aguinaldo todavía nada. ¡Noche Buena!
Qué recuerdos, hace un frío intensísimo, una de las noches más crudas. A las 12
viene un enlace de P.M. a llamarme para asistir a la misa del gallo. En la
‘chabola’ que se hizo para casino está el altar pequeñito, dentro estamos unos
cuantos. Los oficiales, el Comandante, Teniente, Ayudante y médico, que han
subido. Algún Sargento de Plana Mayor y los cabos de enlace nuestros. Comulgamos
todos y resulta emocionante. En Rusia, en este sitio y con este ambiente no hay
que negar que es un acto extraordinario. En estas circunstancias puede que
seamos los únicos del mundo que han oído una misa. Fuera, la artillería y
morteros enemigos molestan bastante.
El
diario acaba abruptamente, pues se interrumpe con la anotación del 12 de julio
de 1942, sin que se nos haya anunciado previamente nada. Es posible que
siguiera escribiendo en otra agenda, que se ha perdido, o a lo mejor dejó de
hacerlo. Pero no lo sabemos. Acaba así:
Llueve
otra vez. Pero no hay mosquitos. Andamos mal de tabaco. Mañana hace un año que
salimos de España. Fin del 1er año.
En
definitiva, mi padre nos ha dejado un regalo invaluable. Tanto como trozo de
historia vívida, como relato de aventuras, o como memoria familiar, el texto es
conmovedor, intenso, trepidante y, si se me permite, escrito con muy buen
estilo.
Espero
tener ocasión, con la ayuda de los grandes historiadores que tenemos cercanos a
la memoria divisionaria, dar al relato de mi padre el formato de libro, pues
creo que lo merece. Que Dios me ayude a ello.
(En la foto, propiedad de la familia, puede verse la portada del diario)