En nota de prensa del pasado 11 de diciembre de 2019, el INE hacía oficial un dato extremadamente preocupante: El crecimiento vegetativo de la población (es decir, la diferencia entre nacimientos y defunciones) presentó un saldo negativo de -54.944 personas en 2018, en datos definitivos. Y, en la primera mitad de 2019, se registraron 170.074 nacimientos, un 6,2% menos que en el mismo periodo del año anterior, que, a su vez supuso una disminución del 5,8 % respecto al mismo período del año anterior. El número de nacimientos en la primera mitad del año continuó así con la tendencia a la baja de los últimos años, y, como resultado, el saldo vegetativo de la población fue de –45.002[1] personas en los seis primeros meses de 2019. Esta cifra, similar a la del mismo periodo del año anterior, consolida la tendencia negativa iniciada en el año 2015.
Aunque
nuestra sociedad empieza a ser consciente de la enorme gravedad del problema,
siguen sin analizarse -y menos aún, sin intentar resolverse- las causas últimas
de este preocupante fenómeno. Para ver sus causas profundas, debemos comparar
ese dato estadístico con otro no menos alarmante: al mismo ritmo que descienden
los nacimientos, descienden los matrimonios. En 2018 hubo un total de nacimientos de 372.777, lo que supuso una disminución
del 5,19 %, según datos del
INE. Y según ese mismo Instituto, hubo 167.613 matrimonios, de decir, un -3,46
% que el año inmediato anterior.
Menos
familia, esa es la raíz del problema. El pasado día 8 de enero, The Family
Watch presentaba su IX Baremo de la Familia en España, en el que se analizan
las causas de la bajísima tasa de fecundidad de la mujer española: una de las
conclusiones que se extrae del estudio realizado es que los menores de 45 años,
a corto plazo, prefieren prosperar profesionalmente, viajar y ampliar sus
estudios a formar una familia, lo que explica en gran medida el preocupante
dato de natalidad de nuestro país. Las familias españolas tienen, además, muy
poca confianza en el futuro: el pesimismo de las Familias se ha incrementado en
más de 20 puntos en el último año (de 36,5% a 57,5%)[2].
Con el añadido del creciente número de abortos intencionados, cuyas cifras
alcanzan cuantías pavorosas en España. Porque menos familia implica,
sencillamente, menos hijos, negro futuro, inviabilidad del Estado del bienestar
e insostenibilidad del sistema de pensiones tal y como está diseñado hoy.
Precisamente, y con relación a la viabilidad de las
pensiones públicas, cuando hace pocos meses, y con respecto a los datos demográficos
de 2018, un conocido líder político afirmaba que, si queremos financiar las
pensiones, “debemos pensar en cómo tener más niños, no en abortar”, inmediatamente
surgieron voces discrepantes en multitud de medios de comunicación, que venían
a decir que los datos desmentían esa (tan evidente) afirmación, toda vez que,
según ellos, “la solución a corto plazo para solventar la crisis demográfica
que pone en jaque el futuro del sistema de pensiones reside en la llegada de
población extranjera”[3],
además de que, decían, “prohibir el aborto apenas tendría ningún impacto a la
hora de recuperar el equilibrio financiero de la Seguridad Social.”
Podemos
hacer un cálculo aproximado -y, casi con toda seguridad, inferior a la cifra
real- del número de españoles que, habiendo sido concebidos, no han llegado a
nacer a causa del aborto intencionado, desde 1985 (hay datos desde 1987)[4]:
aproximadamente, unos 2,29 millones, con una media de 74.000 abortos
intencionados cada año.
Porque
está claro que la natalidad[5]
es una cuestión de máxima importancia para el presente, y para el futuro de
cualquier sociedad. “¿Por qué nos debe preocupar la natalidad? ¿La decisión de
una pareja sobre los hijos que quieran tener no es una cuestión privada? la
respuesta a esta segunda pregunta es, en esencia, no. Desde los inicios de la
civilización moderna, la natalidad ha sido una importante cuestión de interés
público (…).”[6]
Y a
nadie se le escapa que el aborto intencionado, en cifras tan abultadas como las
habidas en España en los últimos 30 años, influye notablemente en la
disminución del índice de fecundidad. De hecho, si no hubiera habido abortos
intencionados el índice de fecundidad “hubiera estado en 2015 alrededor de 1,6
hijos/mujer en lugar de 1,33 y más cerca del nivel de reemplazo generacional[7]”
Si España
(en realidad, toda Europa) sigue con estas bajísimas tasas de fecundidad, el
futuro que nos espera es, más que negro, inexistente. “Consideremos las
previsiones siguientes: si una sociedad puede mantener una tasa de fecundidad
de 1,9 hijos por mujer, su población al final de este siglo se habrá reducido
aproximadamente en un 15%. pero si una sociedad se encalla en una tasa
inferior, es decir, de menos de 1,4 hijos por mujer por término medio, al final
del siglo su población total será apenas el 25% del tamaño actual (Mcdonald,
2002). España ejemplifica este síndrome de fecundidad muy baja, y, de
persistir, en el año 2100 tendrá una población de tan solo 10-15 millones de
personas (es preciso recordar que estas previsiones no tienen en cuenta los
cambios de población causados por la inmigración o la emigración)”[8].
Esos
artículos periodísticos que niegan las abrumadoras evidencias estadísticas son mendaces,
porque se limitan a proyectar, a día de hoy, la situación que el aumento del
número de cotizantes (por esos abortos intencionados no producidos) tendría
sobre el déficit de la seguridad social. Visión tan a corto plazo, y tan
carente de virtualidad alguna como solución de futuro, que dejan patente que no
eran más que un intento de desacreditar a aquel político que ligó número de
abortos con el futuro -no con el presente- del sistema de pensiones.
La
viabilidad de dicho sistema, con vistas al medio y largo plazo, es objeto de
largos y profundos debates en todo el mundo, principalmente en occidente. Hay
quien afirma -autores generalmente instalados en el lado izquierdo del espectro
político- que el problema no es demográfico, sino de productividad, y “si la
renta per cápita crece, no hay motivo para considerar, sea cual sea la pirámide
de población, que (…) los pensionistas no puedan seguir percibiendo los mismos
ingresos en términos reales”[9].
Pero, sin embargo, el consenso mayoritario se sitúa en considerar que las
pensiones y la natalidad son dos caras de la misma moneda: Fernando Martínez
Borlado, en artículo con ese título[10],
comenta, a partir de un análisis de la Consultora PwC, de 2010, el exitoso modelo
sueco, según el cual, “las cotizaciones de los trabajadores suecos alimentan
dos sistemas complementarios de pensiones. Uno es colectivo y básicamente de
reparto; y el otro, individual y de capitalización. El primero capta la mayor
parte de las cotizaciones (16,5% del salario bruto), y se utiliza para pagar
las pensiones de los ya jubilados. Lo que cotiza cada trabajador se va
acumulando de manera “virtual” en una cuenta que se le adjudica. Cuando el
trabajador se jubila o va a empezar a cobrar su pensión por otro motivo, lo
acumulado en su cuenta es la base para el cálculo de su pensión, de tal forma
que lo que una persona recibe como pensión es un reflejo más directo de sus
aportaciones durante toda su vida laboral”. Y sigue diciendo, que, en la línea
que aquí venimos defendiendo, “aunque en el informe de PwC se sugiere que
España debería adoptar el modelo sueco, el fomento de la natalidad aparece como
una condición previa”.
La
estremecedora cifra de abortos intencionados, producidos en España en los
últimos 30 años, tiene otro efecto perverso, nunca convenientemente valorado,
que es la enorme pérdida de felicidad y bienestar personal que supone la
renuncia a la procreación, y más aún, de una renuncia cuando ya se ha
procreado, mediante la eliminación del ser en gestación. Al respecto, podemos
leer en el informe de Gøsta Esping-Andersen (coordinador)[11]
que “también podemos definir la fecundidad como un asunto de bienestar al nivel
micro de los individuos y las familias. De hecho, tener hijos es uno de los
ingredientes fundamentales en la búsqueda del bienestar y la satisfacción
vital, y los datos así lo corroboran varios estudios, que concluyen que los
hijos producen un dividendo significativo de felicidad (Aassve et al., 2012;
Kohler, 2005). Resulta inexplicable que esta dimensión haya recibido tan escasa
atención en los debates sobre políticas públicas. A pesar de ello, fue el tema
principal en la defensa que hicieron los Myrdal[12]
de políticas activas de apoyo a la familia”.”
Por
tanto, concluimos, el hecho de que nos falten nada menos que 2,26 millones de
españoles, que habiendo sido concebidos en los últimos 30 años en España, no
han nacido por decisión intencionada de quien era responsable de ellos, pone en
serio peligro la misma existencia de nuestra civilización.
Imagen: https://www.definicion.xyz/2018/05/estadistica-descriptiva.html
[1] Instituto Nacional
de Estadística. Nota de prensa de 8/1/2020.
[2] TFW. NOTA DE
PRENSA. PRESENTACIÓN DEL ‘IX BARÓMETRO DE LA FAMILIA TFW’. Madrid, 8 de enero
de 2020.
[3] Desde medios
oficiales se intenta quitar importancia al problema diciendo que la inmigración
será lo que revierta la situación, lo cual no deja de ser un engaño, en el
sentido de engañar como “aliviar momentáneamente una sensación o necesidad, o
hacer que disminuya”, es decir, como se engaña el hambre. En efecto, basta
comprobar que los flujos migratorios hacia España han experimentado un auge
impresionante desde el comienzo del nuevo milenio, pero, a pesar de ello, la
población baja y el índice de fecundidad de la mujer española está entre los
más bajos del mundo. Los inmigrantes resolverán momentáneamente el problema,
pero su afluencia no es ninguna solución. En el Estudio “La situación
demográfica en España. Efectos y consecuencias”, Separata del volumen II del Informe
anual del Defensor del Pueblo correspondiente a 2018 puede leerse: “La llegada
de extranjeros ocasiona una mejora de la demografía española, si bien las
diferencias que existían en el momento de las llegadas se diluyen a medida que
la población extranjera se integra en la sociedad de acogida.”.
[4]
https://www.mscbs.gob.es/ca/profesionales/saludPublica/prevPromocion/embarazo/home.htm#datos
[5] No deben
confundirse los conceptos de natalidad y fecundidad, que se emplean como
sinónimos, pero que no lo son: “La natalidad es la frecuencia de los
nacimientos producidos en el conjunto de una población, es decir, relaciona el
número de nacimientos con el número de personas que forman una población
concreta. Habitualmente se considera un período de tiempo determinado, por
ejemplo, un año. La fecundidad es la frecuencia de nacimientos identificando el
subconjunto de la población susceptible de experimentarlos. En otras palabras,
relaciona el número de nacimientos con las mujeres en edad de procrear dentro
de una población, habitualmente en el transcurso de un año.” Demografía.
López Hernández, Dolores y Montoro Gurich, Carolina. 2008.
[6] Frase que puede
leerse en el trabajo titulado El déficit
de natalidad en Europa. La singularidad del caso español. Colección
Estudios Sociales Núm. 36. Gøsta Esping-Andersen (coordinador). Obra Social La
Caixa.
[7] Instituto de
Política Familiar (IPF), ha elaborado el informe “El Aborto en España 30 años
después (1985 – 2015)”. Enero, 2017
[8] Colección Estudios
Sociales Núm. 36. El déficit de natalidad
en Europa. La singularidad del caso español. Gøsta Esping-Andersen
(coordinador). Obra Social La Caixa.
[9] Martín Seco, Juan
Francisco. “La sostenibilidad de las pensiones”, en La República, 18/04/2013.
[10]RODRÍGUEZ-BORLADO,
FERNANDO. Pensiones y natalidad: dos
caras de la misma moneda. 24-julio-2013. Disponible en https://www.aceprensa.com/articles/pensiones-y-natalidad-dos-caras-de-la-misma-moneda/
[11] Colección Estudios
Sociales Núm. 36. El déficit de natalidad
en Europa. La singularidad del caso español. Gøsta Esping-Andersen
(coordinador). Obra Social La Caixa.
[12] Gunnar Myrdal,
economista sueco, premio nobel de Economía, y su esposa, Alva Myrdal, premio
Nobel de la Paz.
Un lúcido artículo, que evidencia la cortedad de miras de los políticos actuales. No parece que les interese el bien común y nuestra herencia, sino salir del paso y ganar elecciones. Excelente artículo jlamat.
ResponderEliminarGracias por molestarte en leer y comentar mi Blog, JLAMAT
EliminarExcelente artículo, como siempre. Abundante información, apoyada en fuentes oficiales y autoridades de referencia. Alejado de tópicos y prejuicios. En resumen, objetividad, razón y verdad. Justo lo que suele faltar al analizar esta cuestión fundamental.
ResponderEliminarMuy honrado por tu elogioso comentario, Don Vicente.
EliminarCuando un estudio se basa en hechos constatados, y refrendado por una bibliografía existente, como el caso que nos ocupa, desgraciadamente, es rechazado, ignorado y si fuera posible, sepultado por la ideología política imperante y sus adláteres. Gracias por exponer con tanta claridad un asunto tabú para nuestros gobernantes que se empeñan en ignorarlo. Mucho ánimo y felicidades
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