Rudolf von Ihering
Dedicado a Juan Antonio Sáenz de San Pedro, amigo del alma, Magistrado, y sabio
Recientemente,
el Vicepresidente Segundo del Gobierno de España ponía seriamente en cuestión
la independencia judicial mediante un comentario en la red social twitter, en
el que, tras afirmar, de forma retórica[1], que las sentencias deben
acatarse o recurrirse, escupía este exabrupto:
«En España mucha gente
siente que corruptos muy poderosos quedan impunes gracias a sus privilegios y
contactos, mientras se condena a quien protestó por un desahucio vergonzoso.».
De este
modo, una autoridad institucional del poder ejecutivo español ponía seriamente
en entredicho una concreta actuación de otro de los poderes del Estado, el
judicial. Resulta sencillamente ridículo –no constituyendo sino un desprecio a
la inteligencia de los españoles- lo que afirmó, en su tardía reacción, el
Presidente Sánchez, diciendo que Iglesias hablaba como Secretario
general de Podemos...
Un Estado
de Derecho descansa sobre cuatro pilares:
- Imperio de la ley: ley como expresión de la voluntad popular.
- División de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
- Legalidad de la Administración: actuación según la ley y suficiente control judicial y
- Derechos y libertades fundamentales garantizados y efectivamente realizados.
«[no hay libertad]
cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del
ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de
los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y,
estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la
fuerza misma que un agresor.
En el Estado en que un
hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo
administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de
ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los
particulares, todo se perdería enteramente.».
El título
del presente post procede en parte del conocido opúsculo de R. von
Ihering La lucha por el Derecho, que llegó a mis manos hace años en la edición de
la Editorial Comares, con el prólogo de la traducción española (de
Adolfo Posada) escrito por Leopoldo Alas, «Clarín», en 1881, que Giner estimaba
como uno «de los trabajos de más intensa profundidad y de más sustancia de
nuestra literatura filosófico-jurídica», como nos recuerda, en el estudio
preliminar de la obra, José Luis Monereo.
La lucha
por el Derecho es un deber moral de todo ciudadano, porque hemos otorgado
poderes al Estado, exorbitantes, y ello supone la necesidad de arbitrar
mecanismos de control a ese poder, y principal mecanismo para ello es el
Derecho[3]. De esta idea surge fácilmente
otra: la inevitable tensión entre el estado y el Derecho[4], que plantea importantes
retos a la organización política de los Estados, y cuya mejor solución hallada
hasta el presente es el concepto de Estado de Derecho, cuyos requisitos son
aquellos cuatro que se han señalado.
Como recuerda Elías Díaz, la separación de poderes «constituye el resultado histórico de la
lucha contra el absolutismo de los reyes en nombre de los derechos del pueblo»[5]. Mediante la separación de poderes, recíprocamente estos se limitan entre sí.
Exigencia
básica de la separación de poderes es la independencia de los jueces:
necesitan, a la hora de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, no estar sometidos
a otro imperativo que el de la Ley. Porque, como afirma el profesor Díaz –de lo
mejor de la intelectualidad socialista española- «La independencia del poder
judicial frente a las presiones tanto del legislativo como, sobre todo, del
ejecutivo, constituye una pieza insustituible del Estado de Derecho (…) este
punto es, en efecto, central para comprobar si existe o no auténtico Estado de
Derecho (…): así, (…) cuando el poder político se inmiscuye bajo formas
diferentes en la actuación de los Tribunales (…), puede decirse que no existe
en modo alguno Estado de Derecho.»
Sin Estado
de Derecho no puede existir una sociedad democrática. Es ontológicamente
imposible, jurídica y socialmente inviable. Un Estado en el que no impere la
Ley y en el que los poderes no se controlen recíprocamente, porque la separación
entre ellos falla, es un Estado autoritario.
Si no tomamos en serio la
independencia de los jueces en su función jurisdiccional, el totalitarismo está
llamando a nuestra puerta. Por que, como afirma Ihering, «El derecho [es] una
idea de fuerza; he ahí por que la justicia, que sostiene en una mano la
balanza donde pesa el derecho, sostiene en la otra la espada que sirve para
hacerle efectivo. La espada, sin la balanza, es la fuerza bruta, y la balanza
sin la espada, es el derecho en su impotencia». En opinión de Ihering, es el
individuo inserto en el organismo político el que debe luchar por el derecho,
por sus derechos, y más en una sociedad democrática: «(…) si se quiere saber cómo una Nación defenderá en un caso
dado sus derechos políticos y su rango internacional, basta saber cómo el
individuo defiende su derecho personal en la vida privada.»
La
cuestión es de importancia capital si no queremos dejarnos
caer por la pendiente de un populismo lenitivo que nos conducirá directos al
autoritarismo. No olvidemos que esa lucha por el derecho –y la independencia judicial es uno de
los nuestros- nos incumbe en primer lugar a los ciudadanos. Pero no perdamos toda esperanza, y recordemos, con
Clarín, que «la lucha [es] un estado transitorio para llegar a obtener
satisfacciones que acaban con ella.»[6].
Imagen: https://gradoceroprensa.files.wordpress.com/2018/03/images13.jpeg?w=171
[6] Leopoldo Alas en el prólogo a La Lucha por el derecho,
de R. von Ihering
[1] Tercera acepción de la palabra retórica en el DRAE:
adj. despect. Vacuo, falto de contenido. Una
disculpa retórica.
[3] El iusfilósofo socialista Elías Díaz, hoy catedrático
emérito de la Universidad Autónoma de Madrid afirma (en Estado de Derecho y sociedad democrática) que «Las ideas de control
jurídico, de regulación desde el Derecho de la actividad estatal, de limitación
del poder del Estado por el sometimiento a la Ley aparecen, pues, como centrales
en el concepto del Estado de Derecho (…).».
[4] Como afirma G. Radbruch en su Filosofía del Derecho, «Entre ambos concepto [el estado y el
derecho, la prioridad de uno u otro] existe una aguda tensión, tensión como la
que se encuentra siempre entre una norma y una realidad (…).»
[5] En la citada Estado
de Derecho y sociedad democrática.
Extraordinario artículo, muy necesario en esta época para aclarar dónde está el Norte. Enhorabuena jlamat
ResponderEliminarGracias Don Anónimo, me alegro de que le guste
EliminarEnhorabuena por esta entrada. Muy buen trabajo, y muy esclarecedor.
ResponderEliminarGracias Don Unknown, me alegro de que sea de su agrado y le guste
Eliminar¡Mi muy querido Joaquín! Enhorabuena por tu compromiso con la edición de este blog. Disculpa por verter ocasionalmente alguna crítica sobre su contenido. Estando de acuerdo , como no puede ser de otra manera, sobre la separación de poderes, me preocupa que no nos escandalizamos igual cuando la crítica es al poder ejecutivo o legislativo, típicamente ejercido por la clase política, que cuando lo hacemos al poder judicial. Al contrario, nos divierte, incluso lo jaleamos, por el solo hecho de que la dirigimos a políticos. Creo que el poder judicial merece una crítica y revisón muy profunda. Los errores, y muchas veces falta de diligencia, del poder judicial atentan gravemente a la dignidad de la persona. Todos están legitimados a criticar al estamento político, que típicamente ostenta el poder ejecutivo y legislativo, pero nos escandalizamos cuando osamos hacerlo del poder judicial.
ResponderEliminarGracias, Miguel. Tienes razón, el Judicial debe estar también sometido al escrutinio de los ciudadanos y sus medios de opinión libre. Pero NUNCA debe verse comprometida su independencia por otro de los poderes del Estado. eso pone en riesgo la democracia, como trato de argumentar en el post.
EliminarQuerido Miguel, amigo, no puedo estar más de acuerdo contigo. Las decisiones del poder judicial pueden ser calificadas como las de cualquier otro poder. Me consta que los jueces son buenos “fajadores”...
EliminarPero la crítica debe de ser desde las reglas, es decir debe de criticar una incorrecta valoración de los hechos o una incorrecta aplicación de la ley. Pero los prejuicios morales o sociales no pueden aplicarse sobre un hecho concreto. Es como si en un partido de fútbol discutiéramos sobre si una falta dentro del área es penalti o no Pero no aplicando el reglamento del fútbol sino simplemente argumentando quien merecía llevarse el partido....Y en las críticas a las sentencias hay mucho forofismo y prejuicio. Si te fijas el lenguaje es lo que pervierte todo. Pablo Iglesias critica la sentencia diciendo que la condena es por impedir un desahucio...Y no por atentado contra los policías y lesiones que ha sido el motivo legal de la condena. Es como los muchos políticos condenados por corrupción hubieran sido condenados por hacer carreteras o polideportivos...NO: Han sido castigados por llevarse el dinero...
Las sentencias deben de criticarse por su razón de ser es jurídica que es jurídica sino política… Gracias a Dios por otro lado.
Un fuerte abrazo!!! Como ves discrepo de ti pero poco
Este comentario compendia y es mejor que el propio post. Gracias, Juan Antonio.
EliminarEstupendo artículo de mi amigo Joaquín. Perfectamente fundamentado y argumentado. Los peligros de los populismos autoritarios que nos acechan son evidentes para el estado de derecho. Si las sentencias les gustan es que el sistema funciona… Ja ja ja
ResponderEliminarPero si las sentencias no les conviene suelen atacar las de 3 modos: Atacar personalmente al juez que la firmado después de rebuscar en su biografía amistades etc. y sin entrar en los argumentos de la resolución, Considerar que las normas son un obstáculo y que lo que importa es la verdad y la justicia y las reglas del juego son secundarias o , Por último, ampararse en supuestas mayorías electorales o demoscopicas Hacienda al supuesto pueblo intérprete máximo de la ley por encima de cualquier otra opinión....
Llevamos decenas de años que son malos para la justicia. Y la razón fundamental es que la justicia no es cómoda para el fin Y la razón fundamental es que la justicia no es cómoda para el que incumple la ley... sea un particular y sea, y esto es lo que les pone nerviosos, Un poder público
Así es, sabio amigo. Por eso no nos debemos cansar de denunciarlo.
EliminarMuy interesante y esclarecedor. Gracias Joaquín hay que difundirlo por su importancia en estos durusimos momentos que algunos aprovechan para intentar confundir a los ciudadanos.
ResponderEliminarMuy interesante y esclarecedor. Gracias Joaquín hay que difundirlo por su importancia en estos durusimos momentos que algunos aprovechan para intentar confundir a los ciudadanos.
ResponderEliminarMuy interesante y esclarecedor. Gracias Joaquín hay que difundirlo por su importancia en estos durusimos momentos que algunos aprovechan para intentar confundir a los ciudadanos.
ResponderEliminarAsí es, doña María Josefa. Gracias por molestarse en leer y comentar mi Bloz
EliminarMuy buen artículo. Merece una tercera de ABC por lo menos. El tema es muy serio: nos estamos acostumbrando a no hacer frente a este tipo de manifestaciones y pronto será tarde. (Quien tenga oidos para oir...)
ResponderEliminarMe alegro de que le guste, don Jacobo.
EliminarTe agradecía Don Joaquín que nos ilustres y nos hagas pensar. Tienes razón en defender la separación de poderes y jamás el poder ejecutivo debe criticar al judicial, y mucho menos mintiendo, pero estoy con Don Miguel en que el poder judicial también merece nuestra crítica. Igual que criticamos a los políticos,a los que elegimos y nos representan en los poderes Ejecutivo y Legislativo, deberíamos tener también alguna mano sobre el poder Judicial, ya que no olvidemos que en democracia, el pueblo es soberano.
ResponderEliminarGracias, doña Keka. Por qué habla usted en pasado?
EliminarSomos de verbo fácil y grosero cuando se trata de calificar a la clase política, y siento pena, mucha pena por ello. Es verdad que facilitan este verbo porque muchas veces no respetan al ciudadano, pero no son los responsables exclusivos de los males que nos acechan. Me gustaría gritar como en la sinpar película "Amanece que no es Poco": ¡Viva el Munícipe por antonomasia!, ... ¡Nosotros somos contingentes, pero usted es necesario!. Pena siento de no poder gritarlo porque no me dan facilidades para ello, pero aún si las tuviera, corro todavía el riesgo del verbo grosero del contricante. Mientras tanto: ¡Viva Don Joaquín! ¡Buen amigo por antonomasia!
ResponderEliminarTienes razón, y no me canso de decirlo. Los responsables de esa clase político somos los ciudadanos, los electores, por lo que cualquier parlamento o pleno municipal nos representa con exactitud. Tienen los mismos defectos y virtudes que tiene la masa electoral de la que proceden, salen de nosotros, nosotros los creamos. No vienen de Marte. Tenemos, exactamente, lo que nos merecemos. Disfrutemos, pues, de lo votado.
EliminarGran artículo, una vez más, de este excelente autor. Muy documentado, pero lleno a la de simple sentido común, ese que faltó a Pablo Iglesias, para enjuiciar la sentencia, recurrir riendo a la mentira como suele hacer.
ResponderEliminarGracias, Don Vicente. Pero quien tiene que leerlo NO lo va a hacer...
EliminarDice el refrán que el hábito no hace al monje. Iglesias, aunque lleve el disfraz de vicepresidente jamás lo será de modo pleno, más allá de su suculenta nómina.
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