Al hilo de la indignación
mostrada por miembros del anterior gobierno -y muy especialmente por alguna de
las ministras de cuota- frente a las
declaraciones de Ana Mato, cuando utilizó la expresión "violencia en el entorno familiar"(correctísima, por otra parte), se han suscitado múltiples
reacciones. A la flamante
Ministra se le afeó que utilizase dicha expresión, en lugar de
utilizar la más políticamente correcta “violencia
de género” (anglicismo procedente de “gender-based
violence”), que es la utilizada en la Ley de medidas de
protección integral contra la violencia de género y la internacionalmente
homologable por ser el término elegido por la ONU.
La expresión de
marras adquirió mucho protagonismo sobre todo a partir de la Conferencia sobre
población que tuvo lugar en El Cairo en 1994 (y tras ella, muchas
organizaciones de la ONU utilizan esta ideología como un método anticonceptivo
más, como señala Benigno Blanco) y especialmente tras la Conferencia de Pekín de 1995 sobre la mujer, y en
España se ha visto encarnada en la política de los gobiernos socialistas entre
2004 y 2011.
Pero el tema no en
absoluto claro ni mucho menos unánime. Así, en un artículo muy recomendable
publicado hoy en “El Ideal” de Granada, el fiscal de la Audiencia Provincial D. Javier García Rull explica precisamente (y este es el título del
artículo) “Por qué no es violencia de
género”. Su tesis consiste sencillamente en que tal expresión se nos trata de
imponer por una causa meramente ideológica. Tampoco está claro que sea la expresión elegida por la ONU: Ignacio Aréchaga (en ACEPRENSA) ha analizado las expresiones utilizadas en la Declaración de Pekín.
A mi me llena de perplejidad, a la par que confirma todo lo que se acaba de
exponer más arriba, lo que nos dice:
«Se ha dicho que la expresión “violencia
de género” es el término acuñado por la
ONU en la Conferencia de Pekín sobre la Mujer (1995), y que por lo tanto es el
que debe emplearse en vez de eufemismos como “violencia doméstica” u otros similares. Es curioso que dentro
de las varias posibilidades para referirse a este fenómeno solo deba emplearse
una, como si las demás estuvieran proscritas.
Pero aún más extraño es que cuando se acude a la fuente –la
Declaración y Plataforma de Acción de Pekín – en su versión española, y se hace
una búsqueda en el documento, resulta que al hablar de la violencia que sufre
la mujer se utilizan las siguientes expresiones:
• “violencia contra la mujer” o “contra las mujeres”: 80 veces
• “violencia en el hogar”: 5
• “violencia doméstica”: 3
• “violencia de género”: ninguna
• “violencia sexista”: ninguna
• “violencia machista”: ninguna
O sea, para consagrar la exclusiva de “violencia de género” hay
que hacer violencia al documento de Pekín, que ignora la expresión. La palabra
“género”, tan discutida en la Conferencia y que motivó aclaraciones y reservas
por parte de algunos países, sale 203 veces, pero no en el contexto de la
violencia.
El empeño de algunos sectores por
utilizar en exclusiva la expresión “violencia de género” refleja que el término
“género” es deudor de una determinada ideología.»
Por último, me
gustaría recordar que la llamada “ideología
de género”, surgida del feminismo radical, es una ideología (es decir, es
un sistema de pensamiento cerrado) que defiende que las diferencias entre el
hombre y la mujer, a pesar de las obvias diferencias anatómicas, no
corresponden a una naturaleza fija, sino que son unas construcciones meramente
culturales y convencionales, hechas según los roles y estereotipos que cada
sociedad asigna a los sexos. Pretende, en palabras de Benigno Blanco (“En defensa de la familia”, ESPASA,
Madrid, 2010) “acabar con lo femenino a
través de la supresión de la distinción entre hombre y mujer en todos los
órdenes de la vida”.
Gracias por la información. Con la misma espero que sea un poco más difícil que me hagan "violencia mental" estos "tolerantes".
ResponderEliminarUn abrazo,
Fer