El catedrático de Filosofía del
Derecho de la Universidad de Sevilla, Francisco J. Contreras publicó en
"Libertad Digital" el pasado mes de febrero el artículo que, con el
título de la entrada, reproduzco a continuación en su totalidad. Es sencillamente
extraordinario:
«Rubalcaba
ha dicho: "si cada vez que la derecha llega al poder reconsidera todas
aquellas leyes [aborto, EpC, etcétera] que hemos hecho entre todos […] el PSOE
se planteará la revisión de los acuerdos con la Santa Sede". Cosechó una ovación estruendosa. La soflama es reveladora en
varios sentidos. De un lado, confirma la sesentayochización de una izquierda
fracasada en su proyecto clásico: el siglo XX ha mostrado que el socialismo
–tanto en su versión maximalista soviética como en la keynesiano-moderada de
Helmut Schmidt, Olof Palme o… Rubalcaba- es sinónimo de ruina (Suecia tuvo que
desmontar el mítico "socialismo a la nórdica" a partir de 1993); a
los exsocialistas no les queda otra que reciclarse en ultrafeministas,
ecologistas, relativistas culturales ("alianza de civilizaciones"),
(neo)anticlericales: el legado de 1968 está llamado a llenar el hueco
ideológico del socialismo extinto.
De otro, el cinismo arrogante de la amenaza solo es concebible en
alguien que se sabe dueño del cotarro cultural. ¡Que la derecha reconsidera la
ingeniería social de la izquierda cuando llega al poder! Aznar no tocó una coma
del aborto, ni del divorcio, ni apenas de la educación (solo tardíamente, con
la LOCE, que no llegó a entrar en vigor), ni de la "memoria
histórica" (en 1996, se rindió homenaje en las Cortes a las Brigadas
Internacionales)… Fue Zapatero quien impuso desde 2004 una agenda minuciosa de
"guerra cultural": matrimonio gay, ley Aído, EpC… ¡Leyes "que
hemos hecho entre todos"! Rubalcaba sabe que esas medidas indignaron a
media España, que se echó a la calle en manifestaciones-monstruo.
¿Cómo se permite negar lo evidente? Porque piensa que nadie del PP le
va a contradecir en este terreno. Tras ejercer plácidamente la hegemonía
cultural durante décadas, la izquierda sabe que se enfrenta a una derecha
acomplejada, tecnocrática, que vende sólo "resultados" y eficiencia
gestora ("lluvia fina") y cede a la izquierda el monopolio de los
valores, del imaginario, de la Weltanschauung. Por eso, Aznar no tocó una coma
del aborto. Por eso reivindicaba a Azaña y exaltaba a los brigadistas.
La gran noticia es que… pese a todo, esto podría estar empezando a
cambiar. No, nadie del PP ha salido a desmentir a Rubalcaba. Pero lo cierto es
que Wert ha anunciado la revocación de EpC, y Gallardón, una reforma de la ley
del aborto (también del CGPJ, etc.). Estos indicios podrían significar que, por
fin, la derecha ha comprendido que la economía no lo es todo y que se enfrenta
ya a una izquierda "posteconómica" que, no habiendo sido capaz de
revolucionar el modo de producción, prefiere revolucionar las costumbres
(familia, bioética, religión…).
Decimos "podrían significar" porque casi todo está por
concretar. La reforma del aborto, por ejemplo, aún podría quedar en agua de
borrajas. Ocurrirá si todo queda en el detalle de la autorización paterna al
aborto de las menores, o en un simple retorno a la situación anterior a la ley
Aído: entre 1985 y 2010, la regulación de los tres supuestos no era realmente
aplicada; cualquier mujer que lo deseara encontraba la posibilidad de abortar
legalmente en el coladero del "peligro para la salud psíquica". Los
abortos anuales superaban los 100.000.
Vivimos, pues, un momento decisivo. La derecha debe decidir si tiene
una visión del mundo propia, valores propios (que vayan más allá de la
eficiencia contable). Y la reacción demagógica de Rubalcaba –como la de la
prensa progre estos días atrás- revela algo importante: el desgaste
mediático-demoscópico se va a producir de todos modos. El País y el PSOE van a
llamar "reaccionario" al Gobierno aunque se limite a una reforma
cosmética. Por tanto, si el precio está ya desembolsado… lo sensato es comprar
con él algo que merezca la pena. Ese "algo" sólo puede ser una
reducción real del número de abortos en España. Lo cual no se conseguirá
mediante un mero restablecimiento de la regulación de 1985.
En realidad, disponemos de un excelente modelo en la Europa actual: la
Polonia postcomunista, que sustituyó en 1993 su ley de aborto libre por una
regulación muy similar a la española de 1985 (los tres supuestos)… pero
introduciendo mecanismos que garantizaran su efectiva aplicación (comisiones
médicas serias que acreditan la realidad del "peligro para la madre").
La ley no amenaza con la cárcel a las mujeres, sino sólo a los aborteros.
Resultado: el número de abortos anuales ha bajado desde más de 100.000 (años
80) a 193 (2008). Y no se ha producido la terrorífica explosión de
"muertes de mujeres en insalubres abortos clandestinos" con la que
amenazan siempre los pro-abortistas; al contrario, todos los indicadores de
salud obstétrica han mejorado: el número de muertes en embarazo o parto ha
bajado de 70 anuales (1991) a 23 (2004); la mortalidad perinatal ha descendido
desde un 1,62 por ciento (1993) a un 0,64 por ciento (2005); las muertes de
mujeres en abortos clandestinos han sido… una en casi 20 años.
El nuevo Gobierno ha roto ya el tabú ideológico que prohibía a la
derecha revertir los inventos de la izquierda en el terreno moral-cultural. Ha
mostrado ya una audacia que no mostró el de Aznar. Sí, el pataleo de la
izquierda mediática está garantizado, por poco que se haga. Pero también la
adhesión agradecida –en lugar de sólo resignada/malminorista- de una maltratada
base conservadora, a la que el manual arriolista prescribe despreciar (pues su
voto es "seguro"), para cortejar en cambio al swing voter de
centro-izquierda. Y, si persevera en las reformas, Rajoy estará haciendo
historia también de otra forma: una España alineada con Polonia en la
restricción del aborto quebraría la tendencia que, desde los años 60, parecía
apuntar fatalmente a una expansión constante del abortismo. Habría todavía
esperanza en un continente condenado a colapsar por envejecimiento en pocas
décadas (fertilidad media: 1,6 hijos/mujer; en España es 1,37), y en el que un
quinto de los embarazos terminan en aborto».
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