sábado, 19 de mayo de 2012

¿Bajo Palio?




Escribíamos dos entradas más abajo (ver "Homosexualismo político") que “los activistas homosexuales pretenden impedir que hablemos con libertad los que no pensamos que en materia de sexualidad todo es «igual» de valioso”, y que “es evidente el derecho de un padre a intentar (siempre con el máximo respeto a la persona y a su libertad) que su hijo no incurra en la práctica de la homosexualidad, si cree que ello le conducirá a la infelicidad. Porque uno está en su derecho de creer que el estilo de vida heterosexual es más adecuado, más sano y más susceptible de generar una vida feliz y completa que el homosexual”. Porque, insistía, “los que pensamos eso tenemos perfecto derecho a ello, pues ni insultamos ni faltamos el respeto a nadie”.

Todo ello hace evidente la falta de libertad que en España (y en gran parte de occidente) existe hoy cuando se habla de esta materia, y la existencia cada vez más envalentonada e indisimulada, de un nuevo integrismo, de un nuevo “fascismo” que consiste en eliminar el derecho humano básico a la libertad de expresión cuando uno no piensa de la manera que el homosexualismo político cree que debemos pensar. Decíamos también que una muestra de ese nuevo integrismo es la manera en que se ha crucificado al Mons. Reig Pla por su homilía del viernes Santo.

Pues bien, todo ello queda patéticamente confirmado cuando el Ayuntamiento de Alcalá de Henares aprueba una moción de veto respecto al Arzobispo de Alcalá, de manera que se impida su presencia en actos municipales. Pero dejemos que sea mi admirado y sabio amigo, D. Vicente Morro quién, haciendo un magnífico ejercicio de ironía, explica el asunto en la carta que transcribo a continuación, titulada “¿QUERRÁN RECUPERAR TAMBIÉN EL PALIO?”:

Hemos regresado al pasado. Ha sucedido en Alcalá de Henares. El milagro lo ha obrado, aunque parezca mentira, un grupo de individuos seguramente laicistas orgullosos, por su ideología lógicamente. Este grupo ha conseguido, además, otro milagro: ha resucitado a Franco. Bueno, al menos a alguna de sus prebendas. En efecto, han recuperado el privilegio de presentación de obispos. Han decidido quién puede y quién no puede ser obispo en Alcalá. Han decidido, incluso, dar instrucciones al Cardenal de Madrid. Ni Franco se hubiera atrevido a tanto. Por cierto, ahora ha sido en Alcalá, pero mañana puede ser en cualquier otro lugar en el que un obispo, un párroco o un simple catequista diga algo que no les guste o que no se ajuste a su catecismo ideológico por el motivo que sea (¿recuerdan a aquellos que no querían a “un tal Blázquez” en “sus” tierras?)

Este grupo de progresistas valerosos ha decidido vetar la presencia de Monseñor Reig en actos municipales. Con su actitud han desvelado, inconscientemente, sus hábitos totalitarios. Se han comportado como una perfecta policía del pensamiento: ellos deciden lo que está bien y lo que está mal, lo que se puede pensar, lo que se puede decir, lo que se debe creer. El Gran Hermano estaría orgulloso de sus epígonos. También el Gran Timonel y el Conducator, y todos los autoritarios que en el mundo han sido.

Estos catorce hombres con carnet de partido -¿hombres?-, mejor, sólo cargos públicos, sólo políticos, han conseguido al final señalar con el dedo acusador al malo de la película. Ellos son los buenos. Da igual que el acusado de “impiedad civil” no dijera exactamente lo que ellos dicen que dijo, ni lo dijera como ellos dicen que lo dijo, ni lo dijera con la intención con la que ellos dicen que lo dijo. Ellos se otorgan a sí mismos la razón. Tienen la fuerza del número y eso les basta. Lo han conseguido al segundo intento –quizá después de algunas presiones o tirones de orejas o cambalaches-, pero sino habrían repetido mil veces más. Han vencido, aunque no convenzan más que a los suyos, a los que les gusta que se lo den todo pensado, a los que les gusta más corear eslóganes –sobre todo sin son contra la Iglesia y sus representantes- que reflexionar. Son “arios” del pensamiento, guardianes de la ortodoxia de lo políticamente correcto, detentadores de un RH ideológico puro.¿Para qué queremos la verdad si ya tenemos nuestros prejuicios?

Han decido nombrar obispos. ¿Querrán recuperar también el palio? ¿Se pondrán a construir pantanos? ¡Ojalá! Por lo menos tendríamos agua almacenada y no les quedaría tiempo para atacar las libertades de los que no piensan como ellos y, encima, se atreven a decirlo, aunque sea con humildad y sin querer ofender a nadie.

2 comentarios:

  1. Parece que algunos entienden la democracia, cuando solamente lo que decimos coincide con sus ideas propias. Así no. La Libertad de Expresión es otra cosa.

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  2. Tienes toda la razón, querido Anónimo. Gracias por tu comentario. Un abrazo.

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