Recientemente he disfrutado de un
interesante cambio de opiniones con un amigo tuitero que me contaba su preocupación
por el hecho de que un amigo suyo trataba de que su hijo se sometiera a un tratamiento para
superar la atracción por personas del mismo sexo. En un correo-e le explicaba
lo que sigue:
“Yo creo
que el gran problema no es ni la homosexualidad ni los homosexuales, sino el
"homosexualismo político"
o Lobby Gay. Porque considero que es un "movimiento" profundamente dictatorial, antidemocrático y, en mi opinión,
manifiestamente lesivo para los intereses sociales. Apoyándose en una progresía
muy mal entendida intenta imponer como única y definitiva una opinión, una
ideología. Y agrede a todo discrepante, e intenta eliminar la discrepancia.
Creo
conveniente citar aquí a Karl Mannheim cuando dice que "Ni la tolerancia democrática, ni la
objetividad científica significan que debamos abstenernos de tomar posiciones
firmes frente a lo que creemos verdadero, o que debamos evitar la discusión y
los valores últimos de la vida. El sentido de la tolerancia consiste en que
todo el mundo pueda tener la posibilidad de defender su caso, pero no en que
nadie deba creer ardientemente en su propia causa".
Este es el
enfoque que yo creo correcto y deseo dar siempre a mis opiniones, y es
justamente lo que no hace el Lobby
Gay. Por ejemplo, con el uso de la palabra "homofobia" que implica, sencillamente "una forma de intentar limitar la libertad
de expresión de quienes pensamos de manera distinta" (Benigno Blanco).
Con la invención (pues así lo considero) de esta palabreja (en ella el prefijo
"homo" no viene del latín, "hombre", no es miedo al hombre, sino del
griego, que significa "igual". Ya ves cuanta confusión introduce...)
los activistas homosexuales pretenden impedir que hablemos con libertad los que
no pensamos que en materia de sexualidad todo es "igual" de valioso.
Porque los
que pensamos eso tenemos perfecto derecho a ello, pues ni insultamos ni
faltamos el respeto a nadie. Una muestra de este nuevo integrismo es la manera
en que se ha crucificado al Mons. Reig Pla por su homilía del viernes Santo. A
nadie se le persigue con tantísima saña por manifestar su opinión públicamente,
sólo al que opina de modo distinto a lo que impone el homosexualismo político. Sus
declaraciones fueron burdamente manipuladas y sacadas de contexto, e incluso
hoy he leído que hay un juez que ha admitido a trámite una querella contra este
Obispo.
Por eso, yo
creo que es evidente esta falta de libertad que en España (y en gran parte de
occidente) existe hoy cuando se habla de esta materia.
Por otra
parte, me consta la seriedad científica del Prof. Jokin de Irala, es
catedrático de epidemiología formado en USA, perfectamente bilingüe (incluso
habla español con acento norteamericano) y ha estudiado muchísimo este asunto.
Sabe lo que dice. Lo que ocurre que toda esta materia está oculta, como un
tabú, porque el homosexualismo político (muy fortalecido en estos últimos 20
años) lo cree conveniente. En cuanto a la famosa decisión de la APA de eliminar
la homosexualidad de la lista de enfermedades psiquiátricas: ha sido la primera
y única vez que se adopta una decisión científica no mediante un procedimiento
o investigación científica sino por una votación (y sólo del 25% de los
miembros de la academia), de matiz fundamentalmente político e ideológico.
En resumen:
mi opinión es que cualquier persona está en su derecho de considerar preferible
la heterosexualidad a la homosexualidad, de pedir ayuda para
abandonar la práctica homosexual si así lo desea y de obtener dicha ayuda.
Derecho de ser libre para hablar y opinar en este tema con entera libertad,
como ocurre en cualquier otro tema. Y, por último, considero evidente el
derecho de un padre a intentar (siempre con el máximo respeto a la persona y a
su libertad) que su hijo no incurra en la práctica de la homosexualidad, si
cree que ello le conducirá a la infelicidad. Porque uno está en su derecho de
creer que el estilo de vida heterosexual es más adecuado, más sano y más
susceptible de generar una vida feliz y completa que el homosexual.
Me gustaría citar por último un artículo
de Francisco Contreras, Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad
de Sevilla, titulado “Una discusión sobre el Matrimonio homosexual”. No trata
exactamente de este asunto, pero sobre todo al final explica magistralmente
todas estas ideas que yo sólo soy capaz de balbucear.”
Las relaciones homosexuales trastocan el significado de plena unión interpersonal, que solo puede darse reciprocamente, de manera complementaria y con capacidad intrinseca para engendrar nuevas vidas, entre un ser humano sexuado de orden masculino -hombre- y un ser humano de orden femenino -mujer-.
ResponderEliminarel fundamento es antropológico y responde a la propia naturaleza constitutiva que configura las relaciones humanas personales. Pablo.