Que fue leída por Dña. María José Andreu en la noche de ayer, Viernes Santo, en el interior de la Catedral de Barbastro, previamente a Procesión General del Santo Entierro, que no pudo celebrarse debido a la fuerte lluvia que caía sobre la ciudad:
Ante la contemplación del cuerpo
exhausto de nuestro Salvador y redentor, que ha dado su vida en rescate por muchos[1],
no podemos menos que aclamarle, con el salmista, diciendo admirados y
compungidos:
Alabad al señor por su obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza[2].
Porque contemplarte así, Varón de
Dolores, Señor Nuestro, nos ha de hacer recapacitar sobre nuestra actitud en
este mundo, sobre las decisiones que tomamos cada día, y sobre la pobreza de
nuestro actuar con nuestros hermanos los hombres. Somos egoístas, insolidarios,
consumistas. Buscamos la felicidad en nosotros mismos y en la exclusiva
atención a nuestras necesidades materiales, sin saber reconocer que tú, Padre
nuestro, nos amas hasta el extremo desde antes de que hubiéramos sido
concebidos.
Porque vivimos en un mundo en el
que, como ya no hay fe ni confianza en
Dios, tendemos cada vez más a situarnos en una actitud de víctima. Pasamos el
tiempo quejándonos, exigiendo y reivindicando. Cualquier sufrimiento se vive
como una anomalía, es decir, como una injusticia. Se rechaza cualquier
sufrimiento, se sueña con una vida de gratificaciones permanentes, sin dolores
y sin luchas. Cada vez que alguien se enfrenta a una prueba, busca a quien
acusar, a quien endosar la responsabilidad del problema[3].
Ante la contemplación de tu
inmenso Amor, que te lleva a entregar tu vida a la muerte, y una muerte de
Cruz, ante la contemplación de nuestra miseria, te pedimos tu gracia para saber
reconocerte en cada instante y circunstancia de nuestra vida, para que podamos
volver a poner toda nuestra confianza en ti, y entregarnos mansamente a tus
designios, mediante la oración constante.
Que María, tu Madre admirable, la
Virgen dolorosa, que junto a la cruz participaba en nuestra redención, nos
alcance la gracia de la perseverancia final, para que podamos alabarte por los
siglos de los siglos.
AMEN
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