El catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Sevilla, Francisco J. Contreras, un auténtico sabio, ha publicado en la web "religionenlibertad" el siguiente artículo, en el que alerta, con el expresivo título "¿Sólo importa la economía?, sobre la desgraciada actitud del PP, que ha renunciado a plantear batalla ideológica, plegándose a la tópica superioridad moral de la izquierda. Esa superioridad está basada, únicamente, en una cobarde retirada estratégica de los "populares", que han renunciado a la defensa de los valores que, a buen seguro, comparten una gran parte de sus votantes. Lo copio íntegro:
"La euforia por el triunfo
histórico –que la crisis y la incompetencia del PSOE les ha puesto en bandeja-
no debería hacer perder la perspectiva al PP: en las circunstancias más
favorables imaginables, apenas ha crecido 500.000 votos respecto a 2008 (y ha obtenido
medio millón menos que el PSOE hace 4 años). La gran victoria se debe a un
desmoronamiento del PSOE, no a un crecimiento propio. La mayoría de los
exvotantes socialistas han pasado a la abstención, a IU o a UpyD, no al PP.
Esto significa que para un 56% de españoles rige lo de “antes muertos que de
derechas”. El PP sigue siendo el nasty party para más de media nación. Ni
siquiera al borde de la bancarrota consiguen superar este prejuicio ideológico.
España sigue siendo visceralmente, patológicamente, de izquierdas.
El inamovible
escoramiento de España al centro-izquierda es la premisa de la doctrina que ha
informado la estrategia del PP en las últimas décadas: el “arriolismo”. La doctrina
presupone que, para una derecha ontológicamente minoritaria, la única forma de
vencer consiste en conseguir que una parte del electorado socialista se
abstenga: ganar la partida por aburrimiento; no despertar a la fiera gauchista.
Ello exige un discurso tecnocrático, descafeinado, centrado únicamente en la
eficiencia gestora, que evite los temas ideologizables (pues se presupone que
la batalla ideológica la tiene ganada la izquierda in aeternum). La línea de
Rajoy ha respondido exactamente a ese modelo: “la economía lo es todo”. En el
debate televisivo, por ejemplo, resultó reveladora la insistencia de Rubalcaba
en abordar asuntos moral-culturales (matrimonio gay, aborto, etc.), que
contrastaba con el ansia de Rajoy por hablar sólo de cuentas y escurrir el
bulto en todo lo demás (“ya decidirá el Tribunal Constitucional” …). Conclusión
a inferir: mientras que el PSOE tiene un modelo de sociedad (con posiciones
claras –nefastas, desde luego- en bioética, modelo de familia, educación,
nacionalismos, etc.), el PP no quiere saber de nada que no sean indicadores económicos.
El arriolismo ha sido
muy perjudicial para la derecha española. Su premisa es falsa: España no está
condenada por alguna maldición divina a padecer eternamente una mayoría social
de izquierdas. Si un 60% de los españoles siguen derrotando a siniestra … es
precisamente porque la derecha (con aisladas y honrosas excepciones) ha
abdicado de la batalla de las ideas. La hegemonía cultural de la izquierda es
aplastante: dominan el sistema educativo y los medios de comunicación. Han
poblado el imaginario social –sin resistencia de la derecha- de sobreentendidos
y clichés progres. Pero quien combate la ortodoxia cultural progre es percibido
por la cúpula rajoyista como “un extremista que nos puede espantar el voto de
centro”. En el congreso de Valencia, Rajoy invitó a quien discrepase del
centro-tecnocratismo a “irse al Partido Liberal o al Conservador”. Pero si el
PP no es liberal-conservador … ¿qué es?
Ahora estamos en una
encrucijada, y el PP debe decidir si aspira a ser algo más que un equipo de
eficientes contables. Ciertamente, la recesión favorece el reduccionismo
economicista (“¡yo me conformo con que nos saquen de la ruina!”). Pues bien, si
“sólo importa la economía”, formulémoslo en ese lenguaje: el hundimiento del
nivel escolar, el invierno demográfico (tasa de natalidad española: 1.37
hijos/mujer), la desintegración de la familia, etc., terminarán pasando factura
también en lo económico (si es que no la están pasando ya). El gobierno del PP
dispondrá ahora de la posibilidad de mostrar que tiene una posición propia
sobre estos asuntos. Deróguese la ley del aborto: lo desea la gran mayoría de
sus votantes. Deróguese el “divorcio exprés”, que convierte el matrimonio en un
contrato-basura. Reviértase el absurdo “matrimonio gay” (la relación
hombre-mujer merece una protección especial porque sólo de ella salen niños).
Restablezca el PP su propia ley educativa de 2002 (LOCE), que incluía medidas
sensatas -reválida; itinerarios educativos diversificados- y que fue
sectariamente derogada por Zapatero apenas llegó al poder. O, puestos a “soñar
grande”, ¿por qué no implantar el cheque escolar, que podría permitir un ahorro
de un 40% en educación? Mejórese sustancialmente el tratamiento fiscal de la
familia. Garantícese el derecho de
todo niño a ser educado en castellano.
Sí, a El País y la SER
les irritará. Pero a sus votantes naturales nos gustará mucho. Incluso los
despreciables liberal-conservadores merecemos una alegría de vez en cuando."
de acuerdo
ResponderEliminarUn abrazo
Juan
Gracias, Juan, un abrazo.
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