Entonces el Señor preguntó
a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel?. Caín contestó: No lo sé. ¿Acaso soy
responsable de él?(Gn, 4.9)
Los
conceptos de dignidad humana y autonomía individual están íntimamente
imbricados, y en ocasiones se considera que uno es el fundamento del otro. Ana
María Marcos del Cano, en su magnífica monografía (fruto de su tesis doctoral) La eutanasia, estudio filosófico-jurídico[1]
dice al respecto que la dignidad “consiste en el respeto a los fines propios e
intransferibles que el ser humano tiene y va cumpliendo sirviéndose de su
autonomía”, y reconoce que en el
concepto de dignidad encontramos, desde un punto de vista jurídico, el
“condicionante más importante de la normatividad jurídica”, además de ser el
fundamento de los derechos humanos.
Sin
embargo, no es menos cierto que se trata de un concepto discutido, muy difícil
de delimitar, y que es utilizado para defender una determinada postura o idea y
su contraria, sobre todo en el ámbito del inicio y el fin de la vida humana.
Por eso hay incluso quienes señalan que nos encontramos ante una noción “vacía
de contenido o con poca operatividad en el campo jurídico”, como podemos leer
en el trabajo de Ángela Aparisi, llamado El
principio de Dignidad humana como fundamento de un bioderecho global[2].
Los partidarios del relativismo moral absoluto se muestran directamente
contrarios a la vigencia del principio de dignidad humana. En ese mismo
artículo cita a Hoerster[3]
como representante de esa corriente deshumanizadora que propone, sin más, la
supresión de este principio: “Cuan vacía es la fórmula del principio de
dignidad humana: no es nada más y nada menos que el vehículo de una decisión
moral sobre la admisibilidad o inadmisibilidad de formas posibles de limitación
de la autodeterminación individual”.
Parece
pues, que para un relativista la dignidad humana no es más que un indeseable
freno a la autonomía individual, principio exaltado por encima de cualquier
otro, máximo exponente del individualismo a ultranza.
Esto
lleva a dramáticas consecuencias deshumanizadoras en los ámbitos de la vida
humana cuando esta acaba de empezar (el aborto intencionado) o cuando se
aproxima a su fin (la eutanasia y el suicidio asistido). Es deshumanizadora
esta tendencia porque diseña un ser humano sin vínculos, sin relaciones,
solitario y responsable de sus actos únicamente ante él mismo, ante su propia y
“autónoma” cosmovisión. Pero un ser con estas características, que vive aislado
y se considera autosuficiente, no es reconocible como ser humano.
Dice
al respecto Lourdes Gordillo en un clarificador artículo llamado ¿La autonomía, fundamento de la dignidad
humana?[4]
que “ser autónomo no consiste en no tener vínculos; la autonomía es saber
asumir los propios vínculos para comprender cómo compaginar la condición finita
del hombre y su inconmensurable dignidad humana”.
La
tolerancia actual en occidente con la eutanasia o el suicidio asistido, crea un
problema que ha de tener por fuerza nefastas consecuencias, las cuales han sido
sagazmente atisbadas por Robert Spaemann: “Cuando la ley permite y la moral
aprueba que uno se mate o haga que lo maten, de repente el viejo, el enfermo,
en necesitado de cuidados, se vuelve responsable de todos los esfuerzos, costes
y privaciones que sus parientes, cuidadores o conciudadanos hayan de asumir por
él”[5].
Por tanto, ya nada hay que exija al prójimo atender a quien no puede valerse
por sí mismo, es más, esa carga social que representa el impedido es de alguna
manera voluntaria o querida por él mismo, pues tiene siempre a mano el fácil
recurso de desaparecer, de dejarse
morir o hacerse matar para no ser más una carga para sus semejantes. Inquietante asunto, como
vemos.
En
realidad, todo parte de un erróneo concepto, no ya de lo que representa el
principio de autonomía, sino de lo que es un ser humano. Recordemos que es el
amor, la capacidad del corazón humano de amar lo que nos caracteriza como
inequívocamente humanos. Dietrich Von Hildebrand llega a afirmar que “tener un
corazón capaz de amar, un corazón que puede conocer la ansiedad y el sufrimiento,
que puede afligirse y conmoverse, es la característica más específica de la
naturaleza humana” [6].
Es decir, que el Amor, la capacidad de reconocer al otro y reconocerse a uno
mismo en el otro, aquello que consiste en decir “es bueno que tú existas”, nos
hace humanos, y con ello, necesitados de amar a otro, de entrar en relación
amorosa con el otro.
En
seguida se comprende, por nuestro carácter finito y relacional, que la
vulnerabilidad y la dependencia son notas que asimismo integran la naturaleza
humana. Para Macintyre “el ser humano es vulnerable y dependiente, y esta
dependencia es uno de los rasgos más radicales que se expresan en su condición
humana”, y por tanto “la comprensión de sabernos necesitados permite el
florecimiento de la comunidad”[7].
Como
fácilmente se desprende de cuanto llevamos expuesto, el lugar más adecuado y
natural donde se aprende y desarrolla la ayuda mutua, el amor incondicional y
la entrega al prójimo necesitado, es la familia.
Para
acabar, recordaremos lo que en un post anterior (http://www.joaquinpolo.net/2012/07/el-diagnostico-prenatal-o-la-nueva.html)
escribíamos:
Es un grave síntoma de descomposición social, el hecho de que dejen de
considerarse importantes valores tales como la solidaridad, la responsabilidad
por el otro, la generosidad y la entrega a los demás. Si no somos capaces
de aceptar, valorar y responsabilizarnos de los más débiles de entre nosotros,
nuestra sociedad ya no será tal, y habrá dejado de ser plenamente humana.[8]
[1] Marcial
Pons, Madrid, 1999.
[2] Publicado
en Cuadernos de Bioética XXV 2013/2.
[3] Hoerster,
N. “Acerca del significado del principio de Dignidad Humana”, en En defensa del positivismo jurídico.
Gedisa Editorial, Barcelona, 1992, p. 91 y ss.
[4] En Cuadernos de Bioética XIX 2008/2.
[5] Spaemann,
R. Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar. Ediciones Internacionales
Universitarias, Madrid, 2003.
[6] D. Von
Hildebrand, Un análisis de la afectividad
humana y divina, Madrid, 1977, citado por J. Burggraf en Libertad vivida con la fuerza de la fe,
Rialp, Madrid, 2008.
[7] MacIntyre,
A. Animales racionales e independientes. Pidós, Barcelona, 2001.
[8] Para saber
más: ACEPRENSA, 28/08/2013. “Dependencia y Ética del Cuidado: La autonomía se
pierde, la dignidad no”
Un concepto como el de "Dignidad", que lo mismo sirve para suponer una cosa, como la opuesta, creo que no sirve para nada. Por ejemplo, me disgusta que se hable de la "Muerte digna", para justificar forzar a morir a una persona en contra de la Naturaleza. José Luis.
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