miércoles, 30 de octubre de 2013

Autonomía y dignidad humana



Entonces el Señor preguntó a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel?. Caín contestó: No lo sé. ¿Acaso soy responsable de él?(Gn, 4.9)

Los conceptos de dignidad humana y autonomía individual están íntimamente imbricados, y en ocasiones se considera que uno es el fundamento del otro. Ana María Marcos del Cano, en su magnífica monografía (fruto de su tesis doctoral) La eutanasia, estudio filosófico-jurídico[1] dice al respecto que la dignidad “consiste en el respeto a los fines propios e intransferibles que el ser humano tiene y va cumpliendo sirviéndose de su autonomía”,  y reconoce que en el concepto de dignidad encontramos, desde un punto de vista jurídico, el “condicionante más importante de la normatividad jurídica”, además de ser el fundamento de los derechos humanos.

Sin embargo, no es menos cierto que se trata de un concepto discutido, muy difícil de delimitar, y que es utilizado para defender una determinada postura o idea y su contraria, sobre todo en el ámbito del inicio y el fin de la vida humana. Por eso hay incluso quienes señalan que nos encontramos ante una noción “vacía de contenido o con poca operatividad en el campo jurídico”, como podemos leer en el trabajo de Ángela Aparisi, llamado El principio de Dignidad humana como fundamento de un bioderecho global[2]. Los partidarios del relativismo moral absoluto se muestran directamente contrarios a la vigencia del principio de dignidad humana. En ese mismo artículo cita a Hoerster[3] como representante de esa corriente deshumanizadora que propone, sin más, la supresión de este principio: “Cuan vacía es la fórmula del principio de dignidad humana: no es nada más y nada menos que el vehículo de una decisión moral sobre la admisibilidad o inadmisibilidad de formas posibles de limitación de la autodeterminación individual”.

Parece pues, que para un relativista la dignidad humana no es más que un indeseable freno a la autonomía individual, principio exaltado por encima de cualquier otro, máximo exponente del individualismo a ultranza.

Esto lleva a dramáticas consecuencias deshumanizadoras en los ámbitos de la vida humana cuando esta acaba de empezar (el aborto intencionado) o cuando se aproxima a su fin (la eutanasia y el suicidio asistido). Es deshumanizadora esta tendencia porque diseña un ser humano sin vínculos, sin relaciones, solitario y responsable de sus actos únicamente ante él mismo, ante su propia y “autónoma” cosmovisión. Pero un ser con estas características, que vive aislado y se considera autosuficiente, no es reconocible como ser humano.

Dice al respecto Lourdes Gordillo en un clarificador artículo llamado ¿La autonomía, fundamento de la dignidad humana?[4] que “ser autónomo no consiste en no tener vínculos; la autonomía es saber asumir los propios vínculos para comprender cómo compaginar la condición finita del hombre y su inconmensurable dignidad humana”.

La tolerancia actual en occidente con la eutanasia o el suicidio asistido, crea un problema que ha de tener por fuerza nefastas consecuencias, las cuales han sido sagazmente atisbadas por Robert Spaemann: “Cuando la ley permite y la moral aprueba que uno se mate o haga que lo maten, de repente el viejo, el enfermo, en necesitado de cuidados, se vuelve responsable de todos los esfuerzos, costes y privaciones que sus parientes, cuidadores o conciudadanos hayan de asumir por él”[5]. Por tanto, ya nada hay que exija al prójimo atender a quien no puede valerse por sí mismo, es más, esa carga social que representa el impedido es de alguna manera voluntaria o querida por él mismo, pues tiene siempre a mano el fácil recurso de desaparecer, de dejarse morir  o hacerse matar para no ser más una carga para sus semejantes. Inquietante asunto, como vemos.

En realidad, todo parte de un erróneo concepto, no ya de lo que representa el principio de autonomía, sino de lo que es un ser humano. Recordemos que es el amor, la capacidad del corazón humano de amar lo que nos caracteriza como inequívocamente humanos. Dietrich Von Hildebrand llega a afirmar que “tener un corazón capaz de amar, un corazón que puede conocer la ansiedad y el sufrimiento, que puede afligirse y conmoverse, es la característica más específica de la naturaleza humana” [6]. Es decir, que el Amor, la capacidad de reconocer al otro y reconocerse a uno mismo en el otro, aquello que consiste en decir “es bueno que tú existas”, nos hace humanos, y con ello, necesitados de amar a otro, de entrar en relación amorosa con el otro.

En seguida se comprende, por nuestro carácter finito y relacional, que la vulnerabilidad y la dependencia son notas que asimismo integran la naturaleza humana. Para Macintyre “el ser humano es vulnerable y dependiente, y esta dependencia es uno de los rasgos más radicales que se expresan en su condición humana”, y por tanto “la comprensión de sabernos necesitados permite el florecimiento de la comunidad”[7].

Como fácilmente se desprende de cuanto llevamos expuesto, el lugar más adecuado y natural donde se aprende y desarrolla la ayuda mutua, el amor incondicional y la entrega al prójimo necesitado, es la familia.

Para acabar, recordaremos lo que en un post anterior (http://www.joaquinpolo.net/2012/07/el-diagnostico-prenatal-o-la-nueva.html) escribíamos:

Es un grave síntoma de descomposición social, el hecho de que dejen de considerarse importantes valores tales como la solidaridad, la responsabilidad por el otro, la generosidad y la entrega a los demás.  Si no somos capaces de aceptar, valorar y responsabilizarnos de los más débiles de entre nosotros, nuestra sociedad ya no será tal, y habrá dejado de ser plenamente humana.[8]






[1] Marcial Pons, Madrid, 1999.
[2] Publicado en Cuadernos de Bioética XXV 2013/2.
[3] Hoerster, N. “Acerca del significado del principio de Dignidad Humana”, en En defensa del positivismo jurídico. Gedisa Editorial, Barcelona, 1992, p. 91 y ss.
[4] En Cuadernos de Bioética XIX 2008/2.
[5] Spaemann, R. Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar. Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2003. 
[6] D. Von Hildebrand, Un análisis de la afectividad humana y divina, Madrid, 1977, citado por J. Burggraf en Libertad vivida con la fuerza de la fe, Rialp, Madrid, 2008.
[7] MacIntyre, A. Animales racionales e independientes. Pidós, Barcelona, 2001.
[8] Para saber más: ACEPRENSA, 28/08/2013. “Dependencia y Ética del Cuidado: La autonomía se pierde, la dignidad no”

1 comentario:

  1. Un concepto como el de "Dignidad", que lo mismo sirve para suponer una cosa, como la opuesta, creo que no sirve para nada. Por ejemplo, me disgusta que se hable de la "Muerte digna", para justificar forzar a morir a una persona en contra de la Naturaleza. José Luis.

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